lunes, 26 de octubre de 2009

MÁS FOTOGRAFÍA DEL SIGLO XX

Icons of Photography

Electa 2006


Heinrich Zille

Nueve niños practicando el pino (anterior a 1900)

Brassaï

Amantes en un café de la Place d’Italie, Paris (1932)

Heinz Hajek-Halke

Eva-Chançon (1932)

Albert Renger-Patzsch

Bosque de hayas (1936)

Yevgeni A. Khaldei

El mar de la guerra, océano Ártico (1941)


El Reichstag

Hill McBride

Superpoblación (1968)

Lucien Clergue

Desnudo con estrellas, La Garde Freinet (1971)

Touhami Ennadre

Trance (1993-1995)

Manos (1978)

Sebastião Salgado

Pelea entre un minero de Serra Pelada y un policía, Parà, Brasil (1986)

también:

Eugène Atget

Alfred Steglitz

Lewis W. Hine

August Sander

Jacques-Henri Lartigue

Karl Blossfeldt

Ilse Bing

Dorothea Lange

Edward Weston

Ernst Haas

Robert Doisneau

W. Eugene Smith

René Burri

Alberto Korda

Robert Häusser

Josef Sudek


domingo, 25 de octubre de 2009

Ernst Haas

Ernst Haas

Viena 1921 – Nueva York 1986

Ernst Haas descubrió muy pronto – según sus declaraciones, ya en la infancia – su pasión por la fotografía. Trabajó como periodista fotográfico independiente para las revistas “Der Film” y “Heute”, y la intensidad de sus fotos del primer tren en el que retornaban prisioneros de guerra le valió una gran notoriedad, hacia 1950. Poco después ingresó en la agencia “Mágnum”. A partir de 1951, Haas pasó a ser colaborador independiente de “Life”, “Look”, “Vogue” y “Holiday”, utilizando preferentemente el color. De esa época data el reportaje sobre la ciudad de Nueva York, “Imágenes de una cuidad mágica”, y el dedicado al deporte, “Magia del color en movimiento”. Haas se alejó cada vez más del periodismo fotográfico sensacionalista. En 1964 produjo para el film de John Houston “La Biblia”, la obra “Los días de la creación”. El libro correspondiente, “La creación”, apareció en 1971. Después, el fotógrafo comenzó a experimentar con las técnicas audiovisuales. El detalle floral es un motivo importante en la obra de su madurez. Poco antes de su muerte, ocurrida repentinamente en 1986, Haas había efectuado una presentación de sus imágenes audiovisuales “Abstracciones”



















Referencias texto

Taschen. 2008. La fotografía del siglo XX. Museum Ludwig Colonia.


viernes, 2 de octubre de 2009

Banshee

La Banshee es menos una forma que un gemido que da horror a las noches de Irlanda (Jorge Luis Borges)


Las Banshees (del gaélico Bean Sidhe, lo cual significa "Hada de las colinas" o "Hada del Espíritu") forman parte del folclore irlandés desde el siglo VIII. Se trata de una criatura que, cuenta la leyenda, al aparecerse ante un irlandés anuncia una muerte cercana de un pariente. Banshee es como se pronunciaba originalmente su nombre y la forma escrita que ahora más se conoce.


No se trata de criaturas malvadas, pero sus inquietantes alaridos las hace parecer bastante horripilantes. El rasgo físico más distintivo son sus ojos, que se les han vuelto de un rojo encendido tras siglos de llorar por quienes amaron y por los que guardan duelo. Se les suele describir como hadas altas bastante delgadas, con cabellos largos y blancos, vestida de blanco y una capa gris con capucha… también a veces aparece bajo la forma de viejecita menuda o de una hermosa joven de cabellos dorados. La excepción la encontramos en el condado de Donegal donde la Banshee puede usar un traje verde, y en el condado de Mayo donde lo utiliza generalmente negro.

Cada banshee se dedicaba exclusivamente a una de las grandes familias irlandesas, (O’Neills, O’Briens, O’Connors, O’Gradys y Kavanaghs) a las que servían durante siglos y siglos, aunque solo aparecen cuando un miembro de la familia está a punto de morir.


Las banshees mostraban su respeto hacia los difuntos gimiendo o lamentándose debajo de la ventana del moribundo, a veces elevándose por los aires hasta varios pisos de altura para poder hacerlo.


Una banshee puede también permanecer a cierta distancia, una figura solitaria que nos anuncia la muerte paseando por las colinas que circundan la casa de la familia o sentada sobre un muro de piedra. A veces no es visible, pero sus gemidos penetrantes no dejan lugar a dudas respecto a su presencia.


Solo las familias más antiguas, las que pueden trazar su linaje hasta los legendarios héroes de la temprana Edad Media, tienen su banshee. Pero después de siglos de matrimonios mezclados hay cientos de familias que pueden atribuirse también este honor.


Como sienten auténtico fervor por las líneas de sangres, las banshees seguirán a su familia allá donde ésta vaya. Por eso, se dice que los lamentos de estas Hadas, se pueden oír en Inglaterra, América, y en cualquier sitio donde un irlandés haya fijado su residencia.



Aibhill


La banshee más famosa de la antigüedad se llamaba Aibhill, y rondaba a la familia real de los O'Brien. Según cuenta la leyenda, el anciano rey Brian Boru partió hacia la batalla de Clontarf en 1014 sabiendo que no sobreviviría, pues Aibhill se le había presentado la noche anterior, lavando la ropa de los soldados hasta que toda el agua se hubo vuelto roja de sangre.


Referencias:

http://www.teamhair.es/2007/07/22/banshee-o-bean-sidhe/


Watson y el Tiburón (1778)

Oleo, 1,821 x 2,297 m (71 3/4 x 90 1/2 pulgadas)


Este sobrecogedor drama pictórico es una de las obras más famosas del pintor norteamericano John Singleton Copley. Esta obra la hizo por encargo de un amigo suyo, Brook Watson, un hombre acaudalado, que de joven, como muchos otros huérfanos, sirvió en la armada inglesa. Cuando el barco en el que servía ancló en la Habana decidió darse un baño en solitario, durante el mismo un tiburón le atacó, amputándole una pierna. El tenía 14 años cuando acaeció el dramático suceso, en 1749.


John Singleton fue un gran retratista. Dejando a un lado lo anecdótico, el autor es un maestro a la hora de captar expresiones, sentimientos y actitudes: Prestos a ofrecerle ayuda, los camaradas de Watson, manifiestan distintas reacciones que van del heroísmo al terror. Watson no llega a alcanzar la cuerda que le lanza un indio de las Antillas. Mientras tanto, un arponeador con el bichero preparado para el ataque, apunta al tiburón. Copley agrupó a los rescatadores en una composición triángular que impresiona por su dinamismo.


Brook Watson legó la pintura a un orfanato de Londres para transmitir el mensaje alentador de que cualquier persona puede triunfar por medio del “trabajo y del esfuerzo,” como reza la placa biográfica del marco original. A pesar de ser huérfano e incapacitado, a Watson se le ennobleció con el título de Baronet. La representación de un acontecimiento importante en la vida de una persona corriente fue una innovación americana. Los pintores europeos limitaban tales escenas desgarradoras para los martirios de los santos. La sensación que causó este lienzo singular, le aseguró a Copley fama internacional a partir de su exposición en la Royal Academy en 1778. En el Museo de Bellas Artes de Boston se encuentra una réplica de esta obra, de idéntico tamaño, que el artista pintó para sí mismo.


Personalmente, la contemplación de esta pintura se llevó largos minutos de mi infancia… volvía una y otra vez a ella. Me fascinaban las actitudes, y el desamparo del protagonista frente al tiburón (el que se acentúa con su desnudez). También me cautivaba lo extraño del animal en el agua. Todavía me sorprende cuando nos encontramos frente a frente.



John Singleton Copley

(Norteamericano, 1738–1815)


John Singleton Copley, el artista más destacado de la América Colonial, fue esencialmente un retratista autodidacta. Creo poderosas caracterizaciones de sus modelos de Boston mediante un meticuloso registro de detalles. Al emigrar a Londres en 1774, Copley empezó a especializarse en escenas narrativas históricas y entró a formar parte de la Royal Academy, una institución artística muy influyente. Tanto en su período americano como en el británico Copley demostró su genio en la plasmación de texturas y en la captación instantánea del estado emocional.